La ciudad de los azulejos

El término azulejo proviene de la palabra árabe az-zulaiy (barro vidriado), y es una pieza de alfarería cerámica muy parecida a la baldosa, pero de menos espesor que esta. Su principal característica es que posee un lado vidriado, resultado de la cocción de una sustancia a base de esmalte que se torna impermeable y brillante. Suelen ser piezas pequeñas que es un conjunto forman una imagen o un dibujo que tiene un carácter decorativo, y en muchos casos simbólico. Es un tipo de arte muy relacionado con la arquitectura religiosa, y si hay alguien indicado para hablar de eso, sin duda es Sevilla. Se podría decir, que uno sabe que está en Sevilla cuando empieza a ver azulejos por las calles. No son solo una muestra del paso del tiempo, sino una expresión de sentimiento y devoción hacia las imágenes que representan. Caminar entre rincones de esta hermosa ciudad significa citarse de manera improvisada con los azulejos que custodian sus paredes. Resulta especial el hecho de que una forma de arte tradicional del Islam, haya calado tan hondo en la religión cristiana.


La presencia del azulejo ha sido determinante en la estética de la arquitectura hispano-árabe y en el arte hispanomusulmán, destacando su evolución en el mudéjar y en la loza portuguesa y española del siglo XVIII. Es concretamente aquí donde surge el arte del azulejo en Sevilla, en el mudéjar, la mezcla del arte hispano con el árabe. En la actualidad, resulta imposible pensar en una capilla, iglesia o parroquia que no esté custodiada por azulejos. Se han convertido en la seña de identidad de la ciudad y del fuerte sentimiento que se siente hacia ella. En la antigüedad, los devotos se arrodillaban ante estas obras maestras, e incluso existían hermandades de retablo, que tenían como imágenes titulares a las expuestas en los azulejos. Una ciudad llena de altares por las calles, unos de cerámica y otros de pintura.

Una historia que comenzó en el siglo XVIII en el barrio de Triana, donde sino. Si caminamos por el barrio y nos acercamos a la calle Castilla, veremos el principio de la gran relación que existe entre Sevilla y sus azulejos. Allí podemos ver el que muchos expertos en la materia consideran como el primer azulejo religioso cristiano que se colocó en la Ciudad, concretamente en 1760. En azulejo, representa la iconografía de Jesús con la cruz al hombro, y está situado en la fachada de la parroquia de la O. Muchos consideran que la imagen hace referencia al cristo titular de esta hermandad trianera, pero no se ha llegado a demostrar, sobre todo porque hasta el siglo XX los azulejos representaban iconografías, y no a imágenes concretas. “Por aquel entonces, los pintores que realizaban la imagen de los azulejos no podían tomar la talla como referencia, por lo que resulta difícil creer que realmente la imagen represente a este cristo”, palabras de Martín Carlos Palomo, experto en la materia y director del portal web “Retablo Cerámico”.

En ese azulejo, vemos las característica de la azulejería sevillana de la época. Las piezas se pintaban a mano, una vez que estas ya estaban pegadas a la pared. Es una imagen de Jesús cargando la cruz, y se ve claramente como el paso del tiempo ha ido dándole personalidad. Hay que destacar este azulejo por ser el primero en lucir en un templo, y por ser el encargado de comenzar esta historia. Poco a poco este arte fue creciendo en la ciudad, y la profesión de azulejero iba cogiendo popularidad. Cada vez eran más los encargos, y el simple hecho de tener un azulejo en la puerta de casa significaba un signo de distinción y poder adquisitivo.

Junto a este, encontramos otro azulejo considerado como uno de los más antiguos de la ciudad, en azulejo de la hermandad de la Sagrada Mortaja. Representa un grabado recogido en el libro de reglas de la propia hermandad, titulado “Nuestra Señora de la Piedad de Santa Marina”, y es obra de Diego San Román y Codina, en 1751. Aunque su transfiguración en azulejo llegó en 1973, a cargo de José Escolar Mateos, que creó el retablo que luce en el convento de la Paz. En un principio, la pieza descansaba en Santa Marina, pero la Guerra Civil del 36 obligó a la hermandad a abandonar dicho templo. La importancia de este azulejo, a parte de su antigüedad, viene dada porque es el único monocromo, solamente se empleó el azul cobalto sobre el fondo blanco para su ejecución.

Las técnicas de elaboración también mejoraron la elaboración de los azulejos. La llegada de la fotografía, a finales del siglo XIX, hizo que los pintores pudieran tener a las imágenes como referencia, y por tanto, pudieran plasmarlas en los azulejos.

A partir del siglo XX, nos encontramos con la edad de oro del azulejo sevillano, época en la que se realizan las obras más conocidas y populares en la actualidad. Pérez de Tudela, José Gestoso o Antonio Kiernam, son algunos de los grandes pintores que plasmaron su arte por las calles de la capital andaluza. Una de las obras más destacadas de este mundo es sin duda la que corona nuestra portada, el azulejo del Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, que reside en la plaza de San Lorenzo. La obra fue realizada por Manuel Rodríguez y Pérez de Tudela, que recibieron el encargo de Antonio Mejías, hermano mayor de la hermandad por aquel entonces. El azulejo se colocó el 31 de marzo de 1912, y fue de los primeros de Sevilla que representaba a una imagen real. Muestra los colores más característicos de la cerámica pintada, azules y amarillos.

La imagen del señor se encuadra dentro de un arco con columnas, que en la parte superior muestra el escudo de la hermandad y en la inferior el lema de esta, siendo resguardado por un tejaroz de cerámica, lo que marcaría un estilo artístico para los azulejos posteriores. Posee además tres características que lo hacen especial y diferente al resto. La primera es el marco de la imagen, una especie de hornacina muy bella que marcó el camino de los siguientes azulejos que se harían en la ciudad. La segunda es que el señor lleva la famosa y conocida túnica de los cardos, confeccionada en 1880 por las hermandas Antúnez. La tercera, y no menos importante, es el hecho de representar al Señor de Sevilla, la imagen que más devoción levanta en la ciudad.

A partir de aquí todo cambió,todos los azulejeros querían imitar el estilo utilizado en el del Gran Poder. Se comenzó a utilizar la hornacina decorativa en todas las obras. El azulejo estaba ya muy presente, y se realizaron grandes obras como la situada en San Juan de la Palma. En el exterior del templo en la calle Viriato, se haya este retablo cerámico, representando a la Virgen de la Amargura acompañada por San Juan. Data de 1917, y fue realizado en el taller "La Bética", siendo pintado y donado a la hermandad por D. Manuel de la Lastra y Liendo, Marqués de Benamejí. El retablo está coronado por un gran tejaroz color caoba, e iluminado por dos pequeños candeleros. Destaca por el gran detallismo que representa la imagen.

En la calle Villegas,junto a la plaza del Salvador, y colocado en la pared de la Iglesia de esta misma plaza, se muestra la imagen del Santísimo Cristo del Amor, un azulejo peculiar porque es el único de Sevilla que muestra una imagen en tamaño natural. La obra se encuentra en la cara lateral de la iglesia del Salvador, y está coronada por un gran tejaroz. El tamaño de la imagen es de 4'80 por 3'75, unas dimensiones espectaculares si lo comparamos con el resto. El azulejo fue realizado por Enrique Mármol Rodrigo, con ayuda de Manuel Cañas, en la fábrica de Nuestra Señora del Rocío. Fue una petición de Manuel Casana, teniente de hermano mayor por aquel entonces, siendo colocado en 1930. Hay muchos aspectos que destacan esta obra de cerámica, y no solo su tamaño. Es de destacar el maravilloso pintado de la imagen, así como el realismo que se consigue en la madera y el color oro, muy presente en la hornacina, que hace referencia al paso de salida del Cristo. También destacan los candeleros que emergen junto a la imagen, el toque perfecto que le da más vida aún.



Un mundo, el del azulejo, que también tiene sus propias particularidades y misterios. Para verlo, basta con transportarnos a la calle Arfe, en pleno centro de la ciudad. Aquí reside la capilla de San Andrés, sede de la hermandad de los panaderos, y si fijamos bien la mirada, vemos que en uno de los azulejos que aparecen en la fachada, comprobamos una peculiaridad, y es que la imagen de Jesús que representa, no es la imagen titular de la hermandad. ¿Qué ha podido pasar entonces? Investigando a fondo, descubrimos que la imagen que muestra el azulejo hace referencia a la antigua imagen titular de la hermandad, y no a la actual. Esa antigua imagen, se encuentra ahora en el barrio del Juncal, pero la hermandad, por respeto histórico, decidió no retirar la cerámica de su emplazamiento. El retablo fue colocado en 1930, y hace referencia a una imagen realizada por el imaginero Ruiz Gijón. Fue realizado por Antonio Kiernam, una de las personas más destacadas en este arte, y destaca por ser muy similar al azulejo del Gran Poder mencionado al principio, tanto por la hornacina como por el dibujo del fondo de la imagen. Muchos expertos, afirman que el parecido entre las dos obras se debe a que la segunda fue realizada como un homenaje a la primera.

Continuando con la historia de los azulejos más ilustres de Sevilla, hay otro que no puede pasar inadvertido. Hemos visto azulejos que destacan por su historia, por ser pioneros en este arte o por su importancia, pero también debemos hacer referencia a aquellos que destacan por su emplazamiento. Un ejemplo claro lo podemos ver en la plaza de la Encarnación, en pleno centro de Sevilla. Si nos fijamos bien, cosa fácil dado su emplazamiento, podemos ver en la fachada lateral de la Iglesia de la Anunciación un retablo cerámico con una imagen bastante peculiar. El azulejo en cuestión representa al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, obra de Juan de Mesa, y actual imagen titular de la hermandad de los Estudiantes.

La historia se vuelve peculiar cuando descubrimos que la sede de esta hermandad se encuentra en el rectorado de la Universidad de Sevilla, y no en el templo de la Anunciación, entonces, ¿Cuál es el motivo de su actual emplazamiento? Indagando un poco en la historia obtenemos la respuesta. La obra fue realizada por Antonio Kiernam, ya nombrado anteriormente, siendo realizado en Cerámica Santa Ana, proyecto de Antonio Delgado Roig, Alberto Balbontín y Francisco Collantes de Terán. La pieza, de gran belleza y ejecución, no solo destaca por el realismo que desprende, sino por el imponente moldurón que la envuelve, inspirado en las puertas del convento de la Paz, ya que el autor rechazaba la idea de colocarle un tejaron, como era típico en la época, llegando este a alcanzar los 6 metros de alto y los 3 de ancho.

Es un duda una imagen que no pasa desapercibida, y que se encarga de dar vida a la gruesa y enorme pared lateral de la Iglesia de la Anunciación. El azulejo, fue encargado como regalo de aniversario de la hermandad, que por aquel entonces cumplía 25 años, aunque finalmente se bendijo el 25 de octubre de 1953. El porqué de su emplazamiento, se explica porque hasta el año 1966, este templo del centro de la ciudad albergó a este crucificado de Juan de Mesa, por lo que vemos en este obra, un testigo privilegiado de la historia de esta maravillosa ciudad.

En los años 50,el azulejo pintado cobra una gran importancia, y otro que destaca también por su emplazamiento es el de Nuestra Señora de la Estrella situado en la Parroquia de San Jacinto, realizado también por Antonio Kiernam Flores. En este caso, el motivo de su emplazamiento es idéntico al anterior, ya que la imagen de la virgen de la Estrella, actualmente ubicada en su capilla, se albergaba en esta parroquia del barrio de Triana. También merece mención el azulejo de la hermandad de San Buenaventura, situado en el convento de San Buenaventura y realizado por Enrique Orce. Este último destaca sobre todo por la gran belleza de su marco, compuesto por una guirnalda floral de estilo neobarroco con dos pequeños ángeles debajo y dos candeleros a los lados. Es un azulejo muy original, no se parece a ningún otro. Un hecho muy importante de esta época para el mundo de la cerámica tuvo lugar en el año 1958. En ese años, se decide poner un Vía Crucis desde la Casa de Pilatos hasta la Cruz del Campo, y para su ejecución, se intenta que participen el mayor número de talleres y autores de la ciudad. Para ello, se colocaron unos pequeños retablos que representaban la pasión de Jesús hasta su muerte en la cruz.

En 1955, en plena época dorada del azulejo, se colocó también el azulejo de la Esperanza de Triana situado en la calle Pastor y Landero, donde antiguamente se ubicaba la Cárcel del Pópulo. El motivo de su colocación, fue que allí se encontraba el locutorio de los presos, y estos cantaban saetas a la Virgen cuando pasaba por allí y se detenía ante estos. Un hecho que inspiró incluso a uno de los mejores compositores de marchas de la historia de la Semana Santa como es Manuel Font de Anta, que compuso la popular marcha “Soleá dame la mano” inspirado en esta estampa. El azulejo fue pintado por Antonio Kiernam, y fue elaborado en Cerámica Santa Ana, por iniciativa propia de la hermandad. La imagen muestra a la Esperanza de Triana en tonos dorados y amarillos sobre un fondo negro, que no hace más que resaltar su figura. Se encuentra rodeada por un hermoso marco realizado por Emilio García Ortiz. Un azulejo con historia y con mucha devoción, una pieza que Ángeles López, vecina del barrio, decoraba con flores hasta su muerte, en 1995, aunque su sobrina, Dolores Domínguez, se ha encargado de seguir con esta bella tradición.

Con el paso de los años,pocas hermandades en Sevilla carecían de azulejos en las puertas de sus templos que representaran a sus imágenes. Tal era su importancia, que esta cerámica se convirtió en un signo distintivo de los templos e iglesias tan importante como podía ser la puerta o el campanario. Incluso las casas colocaban azulejos, algo que ha seguido en la actualidad, donde podemos ver en las fachadas de las casas imágenes cerámicas de los cristos y vírgenes a los cuales se les tiene mayor devoción.

Surge pues una nueva generación de ceramistas más jóvenes, como pueden ser Emilio Sánchez Palacio, Ángel Lora o Isabel Palente, que siguen trabajando este noble arte del azulejo y que continúan con esta iconografía de retablos cerámicos de hermandades. Es precisamente Isabel Palente, autora de la imagen de Nuestra Señora de la Estrella en la Iglesia de los Paules, en la calle Pagés del Corro, Triana, quien nos cuenta su parecer sobre este mundo. “El azulejo de la estrella ha sido muy importante para mí, porque después de 23 años dedicándome a la cerámica, tener un encargo de esa magnitud, con un formato tan grande y de una imagen tan popular que procesiona en Semana Santa, el hecho de que confíen en una mujer, cuando este siempre había sido un mundo de hombres, para mí fue algo muy satisfactorio y un orgullo tremendo”. “Lo que me llevó a pintar cerámica fue lo atractivo y lo sorprendente que es la cerámica. Es un mundo en el que nunca se deja de aprender, todos los días te da una sorpresa”.


Una ciudad que no deja de sorprender a todo el que la admira, y que a través de sus estrecheces, calles y plazas, muestra el paso de la historia, aunque a veces tengamos que mirar bien, porque podemos encontrarnos en la pared rostros muy conocidos. En la actualidad esta tradición no cesa. Una costumbre muy antigua que se ha convertido en legado, y que se encargan de transmitir cientos de ceramistas que se reparten por la ciudad y su provincia. Muchos son los negocios que se dedican a este oficio en nuestros tiempos, un oficio arraigado en el tiempo que ahora sigue plasmando esa devoción inclasable hacia las imágenes que guardan y custodian a la que muchos consideran como la ciudad más hermosa del mundo.

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