
La presencia del azulejo
ha sido determinante en la estética de la arquitectura hispano-árabe
y en el arte hispanomusulmán, destacando su evolución en el mudéjar
y en la loza portuguesa y española del siglo XVIII. Es concretamente
aquí donde surge el arte del azulejo en Sevilla, en el mudéjar, la
mezcla del arte hispano con el árabe. En la actualidad, resulta
imposible pensar en una capilla, iglesia o parroquia que no esté
custodiada por azulejos. Se han convertido en la seña de identidad
de la ciudad y del fuerte sentimiento que se siente hacia ella. En la
antigüedad, los devotos se arrodillaban ante estas obras maestras, e
incluso existían hermandades de retablo, que tenían como imágenes
titulares a las expuestas en los azulejos. Una ciudad llena de
altares por las calles, unos de cerámica y otros de pintura.
Una historia que comenzó
en el siglo XVIII en el barrio de Triana, donde sino. Si caminamos
por el barrio y nos acercamos a la calle Castilla, veremos el
principio de la gran relación que existe entre Sevilla y sus
azulejos. Allí podemos ver el que muchos expertos en la materia
consideran como el primer azulejo religioso cristiano que se colocó
en la Ciudad, concretamente en 1760. En azulejo, representa la
iconografía de Jesús con la cruz al hombro, y está situado en la
fachada de la parroquia de la O. Muchos consideran que la imagen hace
referencia al cristo titular de esta hermandad trianera, pero no se
ha llegado a demostrar, sobre todo porque hasta el siglo XX los
azulejos representaban iconografías, y no a imágenes concretas.
“Por aquel entonces, los pintores que realizaban la imagen de los
azulejos no podían tomar la talla como referencia, por lo que
resulta difícil creer que realmente la imagen represente a este
cristo”, palabras de Martín Carlos Palomo, experto en la materia y
director del portal web “Retablo Cerámico”.
En ese azulejo, vemos las
característica de la azulejería sevillana de la época. Las piezas
se pintaban a mano, una vez que estas ya estaban pegadas a la pared.
Es una imagen de Jesús cargando la cruz, y se ve claramente como el
paso del tiempo ha ido dándole personalidad. Hay que destacar este
azulejo por ser el primero en lucir en un templo, y por ser el
encargado de comenzar esta historia. Poco a poco este arte fue
creciendo en la ciudad, y la profesión de azulejero iba cogiendo
popularidad. Cada vez eran más los encargos, y el simple hecho de
tener un azulejo en la puerta de casa significaba un signo de
distinción y poder adquisitivo.
Junto a este, encontramos
otro azulejo considerado como uno de los más antiguos de la ciudad,
en azulejo de la hermandad de la Sagrada Mortaja. Representa un
grabado recogido en el libro de reglas de la propia hermandad,
titulado “Nuestra Señora de la Piedad de Santa Marina”, y es
obra de Diego San Román y Codina, en 1751. Aunque su transfiguración
en azulejo llegó en 1973, a cargo de José Escolar Mateos, que creó
el retablo que luce en el convento de la Paz. En un principio, la
pieza descansaba en Santa Marina, pero la Guerra Civil del 36 obligó
a la hermandad a abandonar dicho templo.
La importancia de este azulejo, a parte de su antigüedad, viene dada
porque es el único monocromo, solamente se empleó el azul cobalto
sobre el fondo blanco para su ejecución.
Las técnicas de
elaboración también mejoraron la elaboración de los azulejos. La
llegada de la fotografía, a finales del siglo XIX, hizo que los
pintores pudieran tener a las imágenes como referencia, y por tanto,
pudieran plasmarlas en los azulejos.
A partir del siglo XX,
nos encontramos con la edad de oro del azulejo sevillano, época en
la que se realizan las obras más conocidas y populares en la
actualidad. Pérez de Tudela, José Gestoso o Antonio Kiernam, son
algunos de los grandes pintores que plasmaron su arte por las calles
de la capital andaluza. Una de las obras más destacadas de este
mundo es sin duda la que corona nuestra portada, el azulejo del
Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, que reside en la plaza de San
Lorenzo. La obra fue realizada por Manuel Rodríguez y Pérez de
Tudela, que recibieron el encargo de Antonio Mejías, hermano mayor
de la hermandad por aquel entonces. El azulejo se colocó el 31 de
marzo de 1912, y fue de los primeros de Sevilla que representaba a
una imagen real. Muestra los colores más característicos de la
cerámica pintada, azules y amarillos.
La imagen del señor se
encuadra dentro de un arco con columnas, que en la parte superior
muestra el escudo de la hermandad y en la inferior el lema de esta,
siendo resguardado por un tejaroz de cerámica, lo que marcaría un
estilo artístico para los azulejos posteriores. Posee además tres
características que lo hacen especial y diferente al resto. La
primera es el marco de la imagen, una especie de hornacina muy bella
que marcó el camino de los siguientes azulejos que se harían en la
ciudad. La segunda es que el señor lleva la famosa y conocida túnica
de los cardos, confeccionada en 1880 por las hermandas Antúnez. La
tercera, y no menos importante, es el hecho de representar al Señor
de Sevilla, la imagen que más devoción levanta en la ciudad.
En la calle
Villegas,junto a la plaza del Salvador, y colocado en la pared de la
Iglesia de esta misma plaza, se muestra la imagen del Santísimo
Cristo del Amor, un azulejo peculiar porque es el único de Sevilla
que muestra una imagen en tamaño natural. La obra se encuentra en la
cara lateral de la iglesia del Salvador, y está coronada por un gran
tejaroz. El tamaño de la imagen es de 4'80 por 3'75, unas
dimensiones espectaculares si lo comparamos con el resto. El azulejo
fue realizado por Enrique Mármol Rodrigo, con ayuda de Manuel Cañas,
en la fábrica de Nuestra Señora del Rocío. Fue una petición de
Manuel Casana, teniente de hermano mayor por aquel entonces, siendo
colocado en 1930. Hay muchos aspectos que destacan esta obra de
cerámica, y no solo su tamaño. Es de destacar el maravilloso
pintado de la imagen, así como el realismo que se consigue en la
madera y el color oro, muy presente en la hornacina, que hace
referencia al paso de salida del Cristo. También destacan los
candeleros que emergen junto a la imagen, el toque perfecto que le da
más vida aún.
Un mundo, el del azulejo,
que también tiene sus propias particularidades y misterios. Para
verlo, basta con transportarnos a la calle Arfe, en pleno centro de
la ciudad. Aquí reside la capilla de San Andrés, sede de la
hermandad de los panaderos, y si fijamos bien la mirada, vemos que en
uno de los azulejos que aparecen en la fachada, comprobamos una
peculiaridad, y es que la imagen de Jesús que representa, no es la
imagen titular de la hermandad. ¿Qué ha podido pasar entonces?
Investigando a fondo, descubrimos que la imagen que muestra el
azulejo hace referencia a la antigua imagen titular de la hermandad,
y no a la actual. Esa antigua imagen, se encuentra ahora en el barrio
del Juncal, pero la hermandad, por respeto histórico, decidió no
retirar la cerámica de su emplazamiento. El retablo fue colocado en
1930, y hace referencia a una imagen realizada por el imaginero Ruiz
Gijón. Fue realizado por Antonio Kiernam, una de las personas más
destacadas en este arte, y destaca por ser muy similar al azulejo del
Gran Poder mencionado al principio, tanto por la hornacina como por
el dibujo del fondo de la imagen. Muchos expertos, afirman que el
parecido entre las dos obras se debe a que la segunda fue realizada
como un homenaje a la primera.
Continuando con la
historia de los azulejos más ilustres de Sevilla, hay otro que no
puede pasar inadvertido. Hemos visto azulejos que destacan por su
historia, por ser pioneros en este arte o por su importancia, pero
también debemos hacer referencia a aquellos que destacan por su
emplazamiento. Un ejemplo claro lo podemos ver en la plaza de la
Encarnación, en pleno centro de Sevilla. Si nos fijamos bien, cosa
fácil dado su emplazamiento, podemos ver en la fachada lateral de la
Iglesia de la Anunciación un retablo cerámico con una imagen
bastante peculiar. El azulejo en cuestión representa al Santísimo
Cristo de la Buena Muerte, obra de Juan de Mesa, y actual imagen
titular de la hermandad de los Estudiantes.
La historia se vuelve
peculiar cuando descubrimos que la sede de esta hermandad se
encuentra en el rectorado de la Universidad de Sevilla, y no en el
templo de la Anunciación, entonces, ¿Cuál es el motivo de su
actual emplazamiento? Indagando un poco en la historia obtenemos la
respuesta. La obra fue realizada por Antonio Kiernam, ya nombrado
anteriormente, siendo realizado en Cerámica Santa Ana, proyecto de
Antonio Delgado Roig, Alberto Balbontín y Francisco Collantes de
Terán. La pieza, de gran belleza y ejecución, no solo destaca por
el realismo que desprende, sino por el imponente moldurón que la
envuelve, inspirado en las puertas del convento de la Paz, ya que el
autor rechazaba la idea de colocarle un tejaron, como era típico en
la época, llegando este a alcanzar los 6 metros de alto y los 3 de
ancho.
Es un duda una imagen que
no pasa desapercibida, y que se encarga de dar vida a la gruesa y
enorme pared lateral de la Iglesia de la Anunciación. El azulejo,
fue encargado como regalo de aniversario de la hermandad, que por
aquel entonces cumplía 25 años, aunque finalmente se bendijo el 25
de octubre de 1953. El porqué de su emplazamiento, se explica porque
hasta el año 1966, este templo del centro de la ciudad albergó a
este crucificado de Juan de Mesa, por lo que vemos en este obra, un
testigo privilegiado de la historia de esta maravillosa ciudad.
En los años 50,el
azulejo pintado cobra una gran importancia, y otro que destaca
también por su emplazamiento es el de Nuestra Señora de la Estrella
situado en la Parroquia de San Jacinto, realizado también por
Antonio Kiernam Flores. En este caso, el motivo de su emplazamiento
es idéntico al anterior, ya que la imagen de la virgen de la
Estrella, actualmente ubicada en su capilla, se albergaba en esta
parroquia del barrio de Triana. También merece mención el azulejo
de la hermandad de San Buenaventura, situado en el convento de San
Buenaventura y realizado por Enrique Orce. Este último destaca sobre
todo por la gran belleza de su marco, compuesto por una guirnalda
floral de estilo neobarroco con dos pequeños ángeles debajo y dos
candeleros a los lados. Es un azulejo muy original, no se parece a
ningún otro. Un hecho muy importante de esta época para el mundo de
la cerámica tuvo lugar en el año 1958. En ese años, se decide
poner un Vía Crucis desde la Casa de Pilatos hasta la Cruz del
Campo, y para su ejecución, se intenta que participen el mayor
número de talleres y autores de la ciudad. Para ello, se colocaron
unos pequeños retablos que representaban la pasión de Jesús hasta
su muerte en la cruz.
En 1955, en plena época
dorada del azulejo, se colocó también el azulejo de la Esperanza de
Triana situado en la calle Pastor y Landero, donde antiguamente se
ubicaba la Cárcel del Pópulo. El motivo de su colocación, fue que
allí se encontraba el locutorio de los presos, y estos cantaban
saetas a la Virgen cuando pasaba por allí y se detenía ante estos.
Un hecho que inspiró incluso a uno de los mejores compositores de
marchas de la historia de la Semana Santa como es Manuel Font de
Anta, que compuso la popular marcha “Soleá dame la mano”
inspirado en esta estampa. El azulejo fue pintado por Antonio
Kiernam, y fue elaborado en Cerámica Santa Ana, por iniciativa
propia de la hermandad. La imagen muestra a la Esperanza de Triana en
tonos dorados y amarillos sobre un fondo negro, que no hace más que
resaltar su figura. Se encuentra rodeada por un hermoso marco
realizado por Emilio García Ortiz. Un azulejo con historia y con
mucha devoción, una pieza que Ángeles López, vecina del barrio,
decoraba con flores hasta su muerte, en 1995, aunque su sobrina,
Dolores Domínguez, se ha encargado de seguir con esta bella
tradición.
Con el paso de los
años,pocas hermandades en Sevilla carecían de azulejos en las
puertas de sus templos que representaran a sus imágenes. Tal era su
importancia, que esta cerámica se convirtió en un signo distintivo
de los templos e iglesias tan importante como podía ser la puerta o
el campanario. Incluso las casas colocaban azulejos, algo que ha
seguido en la actualidad, donde podemos ver en las fachadas de las
casas imágenes cerámicas de los cristos y vírgenes a los cuales se
les tiene mayor devoción.
Surge pues una nueva
generación de ceramistas más jóvenes, como pueden ser Emilio
Sánchez Palacio, Ángel Lora o Isabel Palente, que siguen trabajando
este noble arte del azulejo y que continúan con esta iconografía de
retablos cerámicos de hermandades. Es precisamente Isabel Palente,
autora de la imagen de Nuestra Señora de la Estrella en la Iglesia
de los Paules, en la calle Pagés del Corro, Triana, quien nos cuenta
su parecer sobre este mundo. “El azulejo de la estrella ha sido muy
importante para mí, porque después de 23 años dedicándome a la
cerámica, tener un encargo de esa magnitud, con un formato tan
grande y de una imagen tan popular que procesiona en Semana Santa, el
hecho de que confíen en una mujer, cuando este siempre había sido
un mundo de hombres, para mí fue algo muy satisfactorio y un orgullo
tremendo”. “Lo que me llevó a pintar cerámica fue lo atractivo
y lo sorprendente que es la cerámica. Es un mundo en el que nunca se
deja de aprender, todos los días te da una sorpresa”.
Una ciudad que no deja de
sorprender a todo el que la admira, y que a través de sus
estrecheces, calles y plazas, muestra el paso de la historia, aunque
a veces tengamos que mirar bien, porque podemos encontrarnos en la
pared rostros muy conocidos. En la actualidad esta tradición no
cesa. Una costumbre muy antigua que se ha convertido en legado, y que
se encargan de transmitir cientos de ceramistas que se reparten por
la ciudad y su provincia. Muchos son los negocios que se dedican a
este oficio en nuestros tiempos, un oficio arraigado en el tiempo que
ahora sigue plasmando esa devoción inclasable hacia las imágenes
que guardan y custodian a la que muchos consideran como la ciudad más
hermosa del mundo.
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