Tiempo de escultores en Arte de Pasión, tiempo de gubia y tiempo de madera tallada. Esta fiesta no sería nada sin la magia y el cariño que brota de las manos de todos los escultores que quisieron dejar huella de su paso por la vida de la mejor manera posible, tallando a Dios. Hoy toca hablar de uno de los grandes y más consagrados escultores de la Semana Santa de Sevilla, hablamos pues de Francisco de Ocampo, escultor jienense que dejó su huella en la capital hispalense esculpiendo imágenes que quedarían para siempre en lo más profundo de la ciudad. Como es lógico, un escultor con tanta categoría como Francisco, realizó una gran cantidad de imágenes y retablos que hoy en día se conservan como lo que son, obras de arte, pero al hablar de él nos vemos obligados a centrarnos en las que sin lugar a dudas, fueron sus obras más importantes. Hablamos del las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la hermandad del silencio, el Santísimo Cristo del Calvario, Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la hermandad de la candelaria, el Santísimo Cristo de la Salud, de la hermandad de la Carretería y el Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, de la hermandad del Cerro del Águila. Arte, detalle, simbolismo y pasión, todo ello plasmado en el patrimonio de uno de los autores más importantes e influyentes de la Semana Santa de Sevilla, Francisco de Ocampo, al que hoy conoceremos más a fondo en Arte de Pasión.
Francisco nació en 1579, en la localidad de Villacarrillo, Jaén. Ya desde muy pequeño empezó a ser influenciado en el mundo del arte. Era sobrino del escultor Andrés de Ocampo, con quien se trasladó a Sevilla con 14 años para aprender a trabajar la madera. Francisco comenzó a utilizar la gubia con gran maestría, lo que lo llevó a formar parte del taller de un referente de la época como Juan de Oviedo. Más tarde, ingresó en el taller de uno de los más grandes escultores de la Semana Santa, Martínez Montañés, del que recibió toda su influencia. Una época en la que también tomó contacto con otro ilustre como Juan de Mesa. Tras siete años como aprendiz, recibió el permiso necesario para poder ejercer como escultor, en el año 1600. Para ello, Francisco tuvo que superar la prueba que se realiza a los jóvenes escultores de la época, realizar una imagen desnuda, para comprobar sus conocimientos anatómicos y otra vestida con túnica, para comprobar su forma de tallar los plegados de las túnicas.
En 1603, Francisco inicia su andadura en solitario, realizando su primer obra, una imagen de San Nicolás de Tolentino, para un vecino de la localidad de Écija. A partir de aquí, comienza la vida artística de un genio de la época, que esculpió imágenes que hoy en día siguen cautivando a todo aquel que las contempla. Francisco siguió esculpiendo hasta su muerte, en 1639, siendo enterrado en la Iglesia de San Martín, junto a uno de sus maestros, Juan de Mesa. La gran mayoría de su patrimonio artístico está compuesta por imágenes talladas en madera, todas ellas de carácter religioso. Desarrolló la mayor parte de su vida y de su trabajo en Sevilla, aunque también realizó obras para todos los rincones de España, como el Santísimo Cristo del Humilladero, de Badajoz, el Cristo Difunto de La Orotava, en Tenerife, el Santísimo Cristo de la Vera Cruz de Sanlucar de Barrameda o Jesús de Medinaceli, de Madrid.
La primera de las imágenes de este autor en la que nos centraremos es la de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la hermandad del silencio, realizada en 1609. En un principio, la autoría de la imagen era anónima, y así se mantuvo durante muchos años, pero tras una serie de investigaciones llevadas a cabo por la hermandad, dedujeron que la imagen podría pertenecer a Francisco de Ocampos, sobre todo por las grandes similitudes físicas que existen entre esta y el resto de imágenes del autor. Actualmente, la hermandad no ha confirmado de manera oficial que la imagen sea de nuestro autor, pero es tal el número de evidencias que se podría pensar que sí. La principal duda proviene de que no existe documentación alguna sobre su autoría, aunque si se sabe que ya en 1611 se le rendía culto. Las pruebas realizadas a la imagen determinan que la policromía data de la primera década del siglo XVII, por lo que aquí tenemos otra evidencia, ya que la mayoría del patrimonio artístico del autor data de esa fecha.
La imagen representa a Jesús en el momento en el que acepta la cruz y la abraza, instantes antes de comenzar el camino al Calvario. Tiene unos brazos articulables, por lo que también puede adoptar la posición de cautivo. La imagen está tallada en madera de cedro policromada, con una altura de 1'83 cm, siendo una talla completa. La cabeza se encuentra girada hacia la izquierda, posándose la cruz en el lado derecho. El rostro es alargado, con rasgos muy expresivos y una personalidad propia. No representa un excesivo dolor, más bien expresa un rostro sereno, de poderosa mirada al devoto. La corona de espinas es una pieza extenta.
La segunda imagen de la que vamos a hablar es la del Santísimo Cristo del Calvario, terminada en 1612. A pesar de su antigüedad, la autoría de la talla estuvo atribuida a Martínez Montañés hasta 1940, año en el que, con motivo de una restauración del Cristo, se encontró en su interior un manuscrito del propio Francisco de Ocampo en el que se concedía su autoría, un escrito que estaba acompañado por una reliquia del Lignum Crucis, que actualmente figura en el reliquiario de la Virgen de la Presentación en su paso procesional. La firma del contrato para la realización de la imagen, determinaba que debía seguir el estilo del Cristo de la Clemencia, de 1603, situado a día de hoy en la Sacristía de los Cálices, en la Catedral de Sevilla. Una imagen realizada por Montañés, y fue tal su parecido que reforzó la atribución equivocada de la imagen durante tanto tiempo. La imagen representa a Cristo muerto en la cruz. Es de un pequeño tamaño en comparación con el resto de crucificados de Sevilla, ya que en un principio, no fue concebida para procesionar. Es una obra de gran sensibilidad, con un gran realismo formal y un patetismo que envuelve toda la obra, lo que supone una evolución artística en el realismo de la imaginería sevillana del primer barroco.
La tercera imagen de nuestro autor que vamos a analizar es la de Nuestro Padre Jesús de la Salud, de la hermandad de la Candelaria, realizada a principios del siglo XVII. Esta imagen estuvo atribuída durante mucho tiempo a Pedro Roldán, pero más tarde se atribuyó con mayor fundamento a Francisco de Ocampo. Aunque no se tiene constancia de que realmente fuera su autor, todos los indicios conducen a él, tanto las fechas como el estilo artístico. Es una talla completa, de tamaño académico, inferior al natural, y con una túnica en colores estofados. Tiene la particularidad de ser la única imagen con la túnica tallada que procesiona por las calles de Sevilla, además de ser la de menor tamaño.
La cuarta imagen a comentar de Francisco de Ocampo es la del Santísimo Cristo de la Salud, de la hermandad de la Carretería. Aunque resulta curioso, en este caso tampoco se puede confirmar la autoría de la imagen, o al menos la hermandad no lo hace, pero si es cierto que hay un gran porcentaje de posibilidades de que la obra pertenezca a Francisco. Una obra que durante un tiempo también estuvo atribuida a Martínez Montañés. Uno de los indicios que podrían explicar su artibución es su gran parecido físico y estético con el Santísimo Cristo del Calvario. Algunos incluso han afirmado que podría pertenecer a su tio, Andrés de Ocampo, pero las fechas de su ejecución se ajustan más a una obra de su sobrino. En cuanto a la imagen, representa a Jesús muerto en la cruz, en el momento previo en el que será descendido de la cruz para se trasladado al sepulcro. Podría considerarse como el Cristo más austero de todos los barrocos de Sevilla. La imagen está realizada en madera de ciprés, y representa contrastes artísticos, mezclando inequívocos detalles barrocos con detalles góticos, como podemos observar en el modo de trabajar el pelo o el paño, con pliegues amplios. La talla mide 1'70 cm, por lo que no es de gran altura.
La última imagen a analizar del autor es la del Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono, de la hermandad del Cerro del Águila, realizada a principios del siglo XVII. La imagen, tampoco tiene la autoría oficial de Francisco de Ocampo, pero todos los indicios conducen a que pertenece a su círculo. La imagen representa a un crucificado muerto en la cruz, y sobre su paso de misterio representa el momento en el que los soldados romanos y sayones se percatan de que en verdad están ante el hijo de Dios. Es un crucificado de gran tamaño, 1'92 cm, tallado en madera de cedro. Resulta llamativo el pequeño tamaño de la cabeza en comparación con el resto del cuerpo, especialmente el pecho. Resulta llamativo también el pelo y la barba, de menor tamaño al habitual pero de gran definición y detallismo. Aquí mostramos una parte de la obra escultórica de uno de los grandes autores de la Semana Santa de Sevilla, Francisco de Ocampo, un autor que supo reflejar su paso por esta ciudad a través de su eterna gubia, y que realizó obras que tras siglos de antigüedad, siguen cautivando a todo aquel que las observa, obras que tiene su propia personalidad y que tienen sobre todo un nombre en común, Francisco de Ocampo.
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